Terapia de pareja

En nuestra sociedad, se ponen tantas expectativas en las relaciones de pareja que fácilmente se percibe un fracaso cuando se pasa un momento de crisis. Si le damos tanta importancia a la otra persona, o a la propia relación, corremos el riesgo de ponerla por delante y olvidarnos de nosotros mismos. Finalmente, lo que parece un acto de entrega y de amor se convierte en dependencia emocional, y se termina esperando que sea el otro quien se haga cargo de nuestras propias necesidades.

Algunas personas viven esperando que llegue alguien muy especial, “la pareja ideal, su media naranja”, sin entender que las relaciones no aparecen de la nada, si no que se construyen desde la experiencia y el contacto con el otro. Otras personas simplemente buscan en la pareja una salida a la soledad o el vacío, sin afrontar de manera clara qué es lo que les ha llevado hasta ahí, cuál es el cambio que realmente necesitan.

La pareja, como espacio compartido, como “familia elegida”, puede ser un importante lugar de crecimiento y desarrollo personal. Es ahí donde muchas personas encuentran una auténtica vocación y un estilo de vida, como pareja, y también como forma de crear una familia propia, de ser padres.

Para que sea una búsqueda de ese crecimiento personal y colectivo, un proceso de terapia de pareja no puede tener como único objetivo “salvar” la relación por encima de las personas, pues si alguien está mal, eso es lo que podrá aportar a la relación. En la terapia de pareja, al igual que ocurre en la familiar, se dan procesos de cambio colectivo, pero también individual, de búsqueda y conocimiento personal. Es importante encontrar el equilibro en esos cambios, respetando cada proceso, cuidando los tiempos y atendiendo las necesidades de cada uno.

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