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Pareja
En nuestra sociedad, se ponen tantas expectativas en las relaciones de pareja que fácilmente se percibe un fracaso cuando se pasa un momento de crisis. Si le damos tanta importancia a la otra persona, o a la propia relación, corremos el riesgo de ponerla por delante y olvidarnos de nosotros mismos. Finalmente, lo que parece un acto de entrega y de amor se convierte en dependencia emocional, y se termina esperando que sea el otro quien se haga cargo de nuestras propias necesidades.
Algunas personas viven esperando que llegue alguien muy especial, “la pareja ideal, su media naranja”, sin entender que las relaciones no aparecen de la nada, si no que se construyen desde la experiencia y el contacto con el otro. Otras personas simplemente buscan en la pareja una salida a la soledad o el vacío, sin afrontar de manera clara qué es lo que les ha llevado hasta ahí, cuál es el cambio que realmente necesitan.
La pareja, como espacio compartido, como “familia elegida”, puede ser un importante lugar de crecimiento y desarrollo personal. Es ahí donde muchas personas encuentran una auténtica vocación y un estilo de vida, como pareja, y también como forma de crear una familia propia, de ser padres.
Para que sea una búsqueda de ese crecimiento personal y colectivo, un proceso de terapia de pareja no puede tener como único objetivo “salvar” la relación por encima de las personas, pues si alguien está mal, eso es lo que podrá aportar a la relación. En la terapia de pareja, al igual que ocurre en la familiar, se dan procesos de cambio colectivo, pero también individual, de búsqueda y conocimiento personal. Es importante encontrar el equilibro en esos cambios, respetando cada proceso, cuidando los tiempos y atendiendo las necesidades de cada uno.
Adolescentes
La terapia psicológica con adolescentes requiere buscar un equilibrio entre la necesidad de marcarles límites claros, y la posibilidad de conectar y crear una relación de confianza, en la cual el adolescente pueda apoyarse y crecer.
En general, los adultos tenemos una imagen bastante negativa de los adolescentes, si bien es verdad que toda persona adulta ha sido adolescente, aunque a veces lo olvide. En muchos casos, esta percepción negativa puede estar justificada, pero a la hora de hacer una intervención con adolescentes es preciso tomar una postura constructiva o, cuanto menos, abierta al cambio. Como ocurre con cualquier problema que se da dentro de un sistema familiar, cuando somos incapaces de creer que el cambio es posible, lo estamos poniendo más difícil.
Dentro del proceso de trabajo con adolescentes, a menudo resulta positivo incluir intervenciones con los padres y otros familiares, o un asesoramiento que les dé herramientas que faciliten los cambios.
Adicciones
El abordaje de las adicciones tiene ciertas particularidades respecto de las intervenciones con otros problemas psicosociales, lo que supone la necesidad de una mayor especialización y adaptación de los tratamientos y de los profesionales que los realizan.
En primer lugar, y aunque esto no sea exclusivo de los trastornos adictivos, las personas que padecen este problema tienen grandes dificultades para llegar a reconocerlo y ser plenamente conscientes de su situación. Esto provoca que la mayoría de las veces sean las personas de su entorno (pareja, familia, compañeros…) los que den la voz de alarma, y que en muchas ocasiones esto ocurra cuando la adicción ya está muy avanzada.
Por otra parte, aun cuando la persona afectada admite su adicción, es muy frecuente que este reconocimiento se limite al consumo de sustancias o a los comportamientos problemáticos: juego, apuestas, violencia, adicciones tecnológicas…. Los adictos, y en ocasiones también sus familiares, esperan encontrar una solución fácil y rápida: a veces un fármaco o una vacuna «milagrosa» que elimine todo impulso de recaída, a veces un cambio de ambiente o de ciudad, pensando que el problema es del entorno y no de la persona… Sin embargo, estos mecanismos de evitación forman parte del problema de la adicción, no de su solución.
Además de superar una fase de desintoxicación, algo necesario pero no suficiente, el objetivo de un proceso de rehabilitación no puede limitarse a la abstinencia de la sustancia tóxica, o en el caso de las adicciones comportamentales como la ludopatía, la eliminación de la conducta problemática. Éstos son en realidad los síntomas de un problema más profundo y cronificado, que tiene que ver con aspectos emocionales, existenciales y de relación con los demás. A menudo, llegar a entender cuán profundo debe ser el proceso de recuperación es el paso más complejo de éste.
El tratamiento psicológico de las adicciones es imprescindible para llegar a reconocer la gravedad de la adicción y poder afrontar, de una forma sana, las circunstancias, necesidades, relaciones, conflictos y emociones que tocan vivir a cada persona. El objetivo final, un cambio profundo en los hábitos y el estilo de vida, en el que ya no se viva la necesidad de mantener una dependencia.